El cuidado por la calidad y el buen servicio es una constante aquí.
En mi segunda visita a este restaurante me reafirmo en todo lo dicho con anterioridad.
La carta ha variado algo, con respecto a la anterior temporada en que estuve, era noviembre, se ha aligerado un poco para adaptarse a la época de primavera, pero mantiene algunos de los platos de entonces, como los langostinos con pesto rojo. Es una carta poco extensa, pero lo digo como una virtud, ya que esto permite una rotación adecuada de la materia prima. Es una característica típica de las cocinas que utilizan producto fresco de temporada. Las cartas muy amplias me hacen sospechar de la frescura de algunos productos.
La carta de vinos y su servicio excelente. A la existencia de buenas referencias, se une el buen hacer y los conocimientos de Félix Peña, sumiller y jefe de sala. Un hotel de cinco estrellas necesita personal como él. El resto del equipo muy atento y eficiente. En esta ocasión estaba Borja asistiendo a Félix y atendiendo nuestra mesa muy bien. El vino fue una sugerencia del sumiller y me encantó. Un chardonnay 2010 de Chablis, un Borgoña de la Bodega Colette Gros, añada 2010. Paradójicamente es un vino denso y cremoso a la vez que fresco. Muy equilibrado. Mineral y frutal. Una gozada.
El aperitivo típico hace la espera más llevadera.
Prácticamente comí según las sugerencias del chef. La primera propuesta fue un gazpacho de remolacha con vieiras y brotes de zanahoria. Me sorprendió su suavidad y sabor. La vieira muy tierna y gustosa.
Estéticamente muy atractivo. La sopa carecía de la acidez típica del gazpacho de tomate, que algunas veces resulta tan molesta por lo punzante. Un principio del menú de altura que me hace plantearme si será capaz de mantener el nivel.
Coca de verduras a la brasa (pimiento y cebolla asados) con sardina ahumada. Un plato sencillo pero muy bien ejecutado. Destaca la calidad y sabor de la sardina que me encantó.
Otra de las propuestas del chef fue este chipirón con puré de patata y crema de galera. Mi expresión al probarlo fue ¡guau! Excelente la carne del cefalópodo y el sabor de la crema.
La terrina de pulpo con verduras y vinagreta de aceite de pimentón me pareció un plato fantástico. Tierno y sabroso. Procuraré repetirlo si puedo.
De plato principal lubina con crema de verduras y espárragos. Sabrosa, en su punto, sin rastros de espinas y con una piel muy bien tostada.
De postre, también por sugerencia de la cocina, unas fresas maceradas en vinagreta dulce de módena con helado de coco. Impresionante, la fruta entera y madura. El helado exquisito y sabroso. Auténtico sabor a coco.
El café en la cafetería del hotel, servido por el mismo personal del comedor con la misma profesionalidad ¡gracias Borja! La alternativa hubiera sido tomarlo en el jardín interior que es una isla de tranquilidad dentro de la ciudad. Lástima que llovía.
El precio sin vino alrededor de treinta euros, un regalo. Es increíble que algunas veces paguemos mucho más por menos. Y no hablo solamente de la comida.
Uno de los sitios más recomendables de Valencia.