Un restaurante al que el éxito le ha venido muy deprisa, se ve que había ganas de algo así en Campanar. Sigue la fórmula de los bares Mistela, Cremaet y Casalla. Almuerzos (Esmorzars) al estilo valenciano, comidas y cenas. Aunque tiene terraza en la que puedes tomar algo entre horas. Del local no os puedo hablar porque hubo algún fallo con mi reserva por lo que me enviaron a uno que han adquirido anexo que era una cafetería antes y me traían los platos paseados, desde la cocina del restaurante hasta el comedor de este otro local, vamos lo mismo que se hace en las terrazas.
La carta es sobre todo de cocina mediterránea, con algo de gallega, atendiendo al origen de sus emprendedores, Juanra Castro y Rubén Montesinos, gallego y valenciano respectivamente. En su filosofía han querido hacer un reconocimiento a algunos de los platos populares de la ciudad, como las bravas de Amparín, la ensalada de marisco del Bar Ricardo, la ensalada de llisa de La Primitiva de Catarroja, etc.
Me encanto que el servicio de pan viniera acompañado, además del aceite de oliva y el clásico tomate rallado, de medio ajo horneado y braseado.
Es una gozada apretar el ajo y que la pulpa salga cremosa para caer sobre el tomate y el pan con aceite.
El resultado es un montadito la mar de apañado y sabroso, a la par que fácil de hacer.
Según indica la carta las patatas son de la variedad agria traídas de Galicia, estaban tiernas por dentro y crujientes por fuera con una salsa de pimiento del piquillo y "all i oli". Están inspiradas en las que sirven en el Bar Amparín, aunque aquellas las sirven más chorreosas, las prefiero como éstas. Tengo que añadir que la ración es exageradamente grande, pero me la terminé.
Otro de los platos está inspirado en uno que rememora el icónico del bar La Primitiva del puerto de Catarroja, que consiste en la ensalada de llisa, vitets (guindilla verde) y cebolleta fresca valenciana. La abundancia de guindilla no es ningún problema ya que se trata de la variedad dulce que no pica, es como un pimiento encurtido.
Los buñuelos de bacalao tenían una buena fritura, nada aceitosa y bastante crujiente, su interior era bastante denso por lo que se asemejaba más a una albóndiga que a un buñuelo pero estaba muy bien de sabor. Según las indicaciones de la carta están hechos con callos de bacalao, bacalao fresco confitado y patata variedad monalisa. Acompañado con piel de limón confitada y torrezno de piel de bacalao.
El croquetón de rabo de toro está basado en el guiso que tiene mucho éxito que figura en la sección de los platos principales, también tiene una fritura correcta como los buñuelos, crujiente por fuera untuosa por dentro, glaseada con una demiglace de su propio jugo.
Este plato no me gustó. Definición de la carta "Fartón con steak tartar con aliño clásico, mermelada de frutas casera, coronadas con perlas de tartufo y ramitas de eneldo". Simplemente me esperaba otra cosa, algo más ortodoxo, carne picada aderezada con su mostaza y demás ingredientes del Steak Tartar. Pero para empezar el fartón no le va, demasiado dulce, y además la mermelada tampoco ayuda. No es mi plato.
Había cuatro postres para elegir, opté por el coulant de chocolate con un centro de cremoso de turrón y una bola de helado de leche merengada. De buen tamaño.
La carta de vinos no es tan extensa como la carta de comida, pero hay suficientes referencias para poder elegir. Pedí este Ribera del Duero, el crianza ecológico de Bodegas Cruz de Alba, se encuentra en Quintanilla de Onésimo (Valladolid), en plena Milla de oro de la Ribera. Añada 2020, elaborado con la variedad tempranillo, da un color cereza picota oscuro de capa alta, una intensidad media-alta de aromas de fruta negra madura con notas tostadas y de café. Fondo balsámico. En boca es sedoso, estructurado y con carácter. Final largo.
Este restaurante despierta mucho interés, tiene una carta muy atractiva y variada, por lo que se hace necesario realizar varias visitas para disfrutarlo a fondo. ¡Volveremos!