Una cena gallega en Olocau, Valencia
Cena
El pasado viernes 24 de abril nos juntamos unos amigos para cenar en una casa en Olocau, Valencia.
Estaba anocheciendo cuando llegamos, el cielo reflejaba las últimas luces del atardecer en el horizonte, el silencio era casi completo, solo se oían algunos pájaros despidiendo el día.
La cena era temática, típicamente gallega, con productos traídos expresamente de allí.
Empezamos con unos mejillones y una copa de cava, los mejillones eran los padres de las rías, inmensos, el cava Parés Baltá, de un buen elaborador, amarillo pajizo, fino y seco. Cuando se acabaron los mejillones lo continuamos acompañando de unas virutas de jamón ibérico, al que tampoco le hicimos ningún asco.
A continuación, no podía faltar el pulpo a la gallega, también de considerables dimensiones. Primero lo tomamos solo y después acompañado de cachelos, la típica patata gallega elaborada al estilo de allí. El secreto de la terminación está en unos golpes de gracia que hay que darles antes de sacarlas de la cazuela donde se han cocido.
Lo estuvimos acompañando de un Palacio de Bornos sauvignon blanc y de un Palacio del Almirante chardonay.
Después del pulpo ya pasamos a los grelos con chorizo casero. Lo de casero en esta ocasión es auténtico, estaba elaborado por la familia de nuestro anfitrión.
La peculiaridad de este chorizo es que entre sus ingredientes está la calabaza.
Acompañado de los grelos estaba fantástico y contundente a la vez. Se tiene que cocer a fuego lento durante cuarenta y cinco minutos. Después se extrae de la tripa de cerdo natural y se come con los grelos.
Los vinos tintos que acompañaron a los chorizos muy bien escogidos. Nos sorprendió sobre los demás un ribera del duero de nombre Horta, por los torrefactos tan intensos y variados que presentaba.
De postre tomamos filloas. Una pasta tipo crep, pero que no tiene mucho que ver, se toma sin relleno, porque no lo necesita. Se elabora con aguardiente gallego, vamos con orujo, y se le pone un poco de azúcar cuando está caliente para que forme una especie de almíbar.
Al final un quesada pasiega, que sin ser gallega nos estuvo muy buena.
El orujo casero no lo pudimos tomar, estaba demasiado fuerte ¡que blanditos somos!.
Lo pasamos fenomenal, comimos, bebimos y nos reímos mucho. Es que al final decíamos muchas tonterías.
Fotografías: © Paco Palanca / Instagram: @ojoalplato.blog / Facebook: @ojoalplato /Twitter: @ojoalplato /Twitter: @pacopalanca