Bar Vermúdez ya no es bar, ahora solo es Vermúdez, y tampoco está en la calle Sueca, ahora está en la Gran Vía de Germanías número 21, donde estaba el anterior mercado de San Valero. Un gran espacio gastronómico con un comedor amplio y horario continuado los viernes y sábados, también dispone de una sala al fondo, Bambalino, tras unas negras cortinas, detrás de las cuales se puede disfrutar de unos cócteles y ambientación musical.
Algo que no me gusta, estas mesas tipo parisino, que son tan pequeñas que me parecen justas para una sola persona, para dos es difícil disponer en ellas los platos para compartir. Hay otras cuadradas, también muy pequeñas, pero da la sensación de que disponen de algo más de superficie útil, pero nos tocó esta. Menos mal que el equipo de sala es muy atento y nos proporcionó una segunda mesa, cuando se quedó libre, para que estuviéramos más anchos.
La carta es fundamentalmente mediterránea, con bastantes platos con algún toque creativo, empieza con unas Gildas y otros aperitivos populares, algo de chacinería, clásicos de Vermúdez, brasas y platos innovadores, todo eso hay. Nosotros empezamos con dos de los aperitivos, uno de ellos fue esta sardina ahumada sobre base de tomate. La contundencia del salazón se compensa muy bien con la acidez y frescura del tomate.
El otro aperitivo una clásica marinera, es una de las tapas que me parece más completa; sobre una rosquilla, una buena porción de ensaladilla y luego una anchoa. Lo imprescindible es que todo sea de calidad, aquí se cumple esa premisa. Me encanta
Igual que las bravas sirven de testigo para hacer una rápida valoración de un establecimiento, lo mismo ocurre con la ensaladilla, la tenemos tan integrada en nuestra vida que podemos hacer una evaluación de cada una después de haber catado tantas. Ésta aprueba con nota.
Encontrar un buen tomate hoy en día, con tanto cultivo de invernadero, es muy difícil. Éste tenía buen sabor, pero todavía no iguala a los recuerdos de la niñez, aunque supera a muchos otros que hemos tomado últimamente.
Había dos o tres platos fuera de carta, este tartar de atún era uno de ellos, lleva dados de mango y aguacate en el fondo. Muy rico.
No es fácil encontrar parpatana en los restaurantes. Es una parte exquisita del atún, nos la sirvieron acompañada de pisto. Estaba muy tierna y sabrosa.
Otra pieza inusual en las cartas, en esta ocasión corresponde a un corte del cerdo, "lagarto". Toma su nombre por la forma alargada que tiene. Concretamente es un cordón del lomo, una parte de la carne del cerdo que se extrae de la parte entre las costillas y el lomo. Antes se utilizaba para hacer embutidos. Hecho a la brasa resulta muy tierno y sabroso.
Si sois chocolateros no dudéis en pedir esta tarta cremosa con helado de vainilla. Está muy buena.
Para la primera parte de la comida disfrutamos de este Finca Calvestra de Bodegas Mustiguillo. Es éste un vino que se ha embotellado sin tratamientos de estabilización o filtrado y que parece que puede aguantar perfectamente hasta dentro de diez años. Dudo que alguien sea capaz de tenerlo tanto tiempo sin bebérselo. Tiene chispa, frescura y una acidez natural como solo los grandes blancos pueden ofrecer. En nariz predominan notas florales y minerales; y en boca, es ágil y largo.
Un Mencía de Descendientes de J. Palacios que respeta la agricultura tradicional del Bierzo pero interpretada en clave actual. Criado durante 9 meses en barrica. Valorado con 93-94 puntos Parker. Color rojo cereza y capa alta. Predominan los aromas de fresa y arándanos. También tiene toques de pimienta negra y especias. En boca es vibrante. Muy inmediato, redondo y jugoso. Realmente agradable y deliciosamente bebible.
De Vermúdez te vas con ganas de volver.