
Tengo que reconocer que tenía una deuda pendiente con este restaurante, estuve en él hace muchos, muchos años, cuando el local llevaba apenas unos pocos de funcionamiento, ahora cerca de la treintena desde que abrió sus puertas he podido volver y confirmar la sensación que tuve en aquella primera ocasión. Con una evolución lógica y firme, en una línea de creación de platos basados en la gastronomía mediterránea principalmente. Su cocina, basada en el producto y la temporada de mercado, mantiene una línea innovadora centrada en la tradición y la vanguardia. Ofrece varios menús y carta, por lo que tienes opciones para todos los gustos. Nosotros disfrutamos de un menú degustación largo con algún extra de fuera de carta. Si tienes la oportunidad de saludar a Eduardo Frechina en su restaurante enseguida notarás que es el alma y el corazón de este colectivo. Estuvimos muy bien atendidos y hasta mimados por el equipo humano tan fantástico que atiende la sala.

La imaginación del chef se hace patente con los distintos detalles que van apareciendo en la mesa, como este original helado de gazpacho andaluz, presentado con el formato del popular flash.

Un bocado que se ha popularizado mucho últimamente pero que yo siempre agradezco porque lo encuentro muy apetitoso, además permite tantas opciones en su relleno que la sorpresa es parte de su aliciente. En este caso el panipuri venía relleno de una crema de queso y coronado con un detalle de una buena sardina ahumada.

Ahora que es temporada del boquerón, entre primavera y verano en el Mediterráneo, están en su mejor momento. Estos están rellenos de queso y rebozados con panko. Exquisitos.

Este plato nos lo presentaron como falsa vieira, llevaba en lugar del músculo abductor una rodaja de rape acompañado de verduras de temporada. La verdad es que no eché de menos el molusco.

Una ración de pulpo con su parmentier de patata. Tierno y sabroso.

A pesar de ser un plato muy típico de la tierra y de que lo he comido mucho, no me canso de las albóndigas de bacalao. Y estas me sorprendieron por lo gustosas y exquisitas que estaban. Pídelas.

Es la primera vez que tomo ceviche de salmonete, suelen servirlo con otros pescados blancos como corvina, lubina, dorada, mero, incluso berberechos. No hay reglas fijas, pero este me gustó mucho, la finura del salmonete le da mucha clase al plato. Iba acompañado de zumo de cítricos, pero me sobraba algo de fruta.


Las bravas aquí llevan un sello personal, vienen bajo una campana que retiene una nube que les confiere un ligero toque ahumado que les da ese acabado creativo que caracteriza a los platos de Eduardo Frechina. Los que vienen asiduamente las piden, por algo será.
tartaletas de boloñesa
Lomo de buey
Lionesas de crema de almendras, tocino de cielo, trufas
Flash de mojito