En un convento del siglo XV, que no ha sufrido ninguna transformación estructural, ni se ha visto afectado por guerras o incendios, está el Hotel San Antonio El Real en Segovia. Es un lugar muy tranquilo, como corresponde a su uso inicial. Dispone de varias dependencias destinadas a comedores, cuatro en total, dedicados a la realización de eventos y para uso de lo hospedados. La carta es de clásica cocina castellana, centrada sobre todo en las especialidades segovianas. Tiene un menú con siete primeros, ocho segundos y siete postres para elegir uno de cada, resulta una opción muy interesante y por eso lo elegimos.
Aparte del menú nos apeteció probar este surtido de croquetas, de jamón ibérico, sepia y boletus. Sabían a lo que debían saber. Buen principio.
Uno de los primeros elegidos fue este de puerros confitados sobre salsa romescu y caviar de aceite de oliva. Maravilloso.
Algunos empezaron con platos de cuchara como estos garbanzos guisados con boletus, setas silvestres y trufa. Me consta que lo disfrutó mucho.
Otros optamos por los Judiones de "La Granja" con sus sacramentos. Si estás en Segovia es un plato imprescindible. Son como de mantequilla de tan tiernos.
Siguiendo con la tradición entre los segundos elegimos el Cochinillo de Segovia asado al estilo tradicional. Espectacular. Tierno y crujiente como se espera.
Algo también tradicional pero con un toque más moderno fue este "Lingote de cordero asado y deshuesado". En palabras de quien lo probó, que fuimos todos, estaba exquisito.
Con los postres fuimos más heterodoxos, menos con el primero ya que la Tarta de ponche segoviano es el postre más típico de allí. Consiste en varias capas de bizcocho empapado en almíbar, una crema de yema de huevo entre ellos y cubierto de mazapán. Es un postre contundente, pero había que comerlo.
Otro de los postres, éste ya nada tradicional, era el Colajet 2.0. Compuesto de crema de limón, helado de coca cola y virutas de chocolate. Sorprendente y una remembranza de aquel famoso helado de Camy de los años 80 y 90 que combinaba la punta de chocolate con una parte de limón y otra de Coca-Cola.
La otra opción escogida fue este semifrío de mango y maracuyá con helado de yogurt búlgaro. Entre el clasicismo y la vanguardia, pero rico.
Para acompañar a todos estos platos tan contundentes, en su mayoría, elegimos este crianza de Áster 2019, DO Ribera del Duero. Elaborado por Viñedos y Bodegas Áster del Grupo La Rioja Alta. Amplio de estructura, equilibrado de acidez, taninos elegantes, finos y maduros. Muy aromático, dominan las notas de frutas negras y rojas. Su permanencia en botella le ha proporcionado un elegante retrogusto. Invita a beber.
Un lujo comer en un entorno como éste, entre paredes que han visto pasar los años y que se mantienen tan firmes, igual que el acueducto, ¿será cosa de esta tierra?