Mira que maravilla de Gallo San Pedro salvaje tiene Maribel en sus manos
Cuando un amigo te propone ir a comer a casa de Maribel Climent, no cabe más que una respuesta ¿Cuándo vamos? Siempre he salido muy satisfecho de este restaurante, por la calidad de la materia prima, el buen tratamiento que se le da al producto, la belleza y comodidad del local y por la atención al cliente, que es tan exquisita como todo lo demás. En esta ocasión me parece que todavía ha sido mejor, la práctica hace maestros y Maribel lleva desde 1991 haciéndolo cada día mejor.
No me voy a extender más en la introducción, ya que, si tienes interés, puedes leer más sobre este local en estas entradas anteriores (tercera) (segunda) (primera).
El protocolo de las medidas, que se hacen necesarias para garantizar un entorno lo más seguro posible, es minucioso y exquisito. A la entrada se procede a la desinfección de calzado y manos, a la carta se accede mediante los códigos QR que te proporcionan y todas las raciones son individuales, desde los snacks y aperitivos, hasta los postres.
El servicio de pan, también individualizado como todo. Pan de hogaza grande, del bueno, con un aceite premium y un tomate natural troceado en el restaurante, no triturado. Una muestra más de la calidad del producto y el buen hacer de este equipo.
La cocina tradicional valenciana es también un punto fuerte, por eso empezamos con la titaina de tonyina en salmuera y alga codium. Exquisita, la mejor que he probado nunca. El atún está en su punto perfecto de sal, sabroso y con una textura fantástica. Del tomate Maribel se siente muy orgullosa, y no es para menos, lo confita a fuego muy lento y durante muchas horas, para que quede como una mermelada. La boca agua al recordarla.
Otro clásico es la ensaladilla de Llisa con salsa tártara. Es un pescado blanco que le aporta a la ensaladilla mucha finura y un sabor delicado. La he pedido siempre que he ido a El Cabanyal.
Todavía no hemos dejado los platos de la cocina tradicional valenciana. Albóndiga de bacalao con alioli. Como la de la abuela. Compacta pero tierna y con gusto a buen bacalao. La acompañamos de una croqueta menos clásica, esta era de denton y boletus. Muy rica, como no podía ser de otra forma con esos ingredientes.
Merluza al horno estilo "El Cabanyal", es una especialidad de la casa. Un lomo de merluza al que, al hincarle el tenedor, ves como se desprenden las lascas, señal ineludible de que está en su punto.
Canelones de mero y boletus. Mero salvaje, no confundamos con otros tipos de pescado. Muy ricos.
Bacalao skrei a la bilbaína. Estamos en temporada y hay que hacerle los honores. Espectacular.
Rodaballo salvaje al horno con la hueva rebozada y frita, arriba al centro. Un rodaballo siempre es algo magnífico y al horno gana mucho. El detalle de poner parte de la hueva en la ración es todo un puntazo.
Torrija de brioche caramelizada. Esta torrija está hecha al horno, no se fríe, por lo que da menos cargo de conciencia a los que cuentan las calorías que ingieren. Para repetir sin remordimientos. También pedimos un pastel de calabaza que estaba muy apetitoso y nada empalagoso. Fantástico. La foto no salió bien.
Producto de calidad y buena técnica, pero sobre todo respetuosa con la materia prima, ensalzándola manteniendo su esencia. Salimos de allí emplazándonos para una próxima ocasión. Es inevitable acabar de dejar el restaurante y pensar que tienes que volver pronto.
Fotografías: © Paco Palanca / Instagram: @ojoalplato.blog / Facebook: @ojoalplato /Twitter: @ojoalplato /Twitter: @pacopalanca