Hace unos años estuve por primera vez en este restaurante, ¡cómo pasa el tiempo de rápido, creía que hacía menos! De aquella única toma de contacto me quedaron muchas ganas de volver y por fin llegó la hora. De la anterior ocasión me llevé la impresión de que estaba en un auténtico restaurante francés, por su ambientación, su carta, su cocina, su bodega y su personal, tan profesional y amable. Ahora en esta segunda oportunidad he revivido aquella sensación. Cuando estás dentro de él puedes imaginar que te has trasladado a una ciudad gala y disfrutarlo sabiendo que vas a dormir en casa.

En la carta de vinos hay una amplia representación de referencias francesas, como es lógico, aunque también las hay españolas pero en menor número. Existe la posibilidad de tomar algunos por copas, tanto de unos como de los otros, incluso hay varias opciones de champagne. En Francia hay 432 Appellation d'origine contrôlée(AOP), lógicamente en la carta no están todas pero hay unas cuantas, por lo que, si no eres un experto en vinos galos, lo mejor es dejarse asesorar por el personal del restaurante, que lo saben hacer muy bien.

En la carta había caracoles de Borgoña (Escargots de Bourgogne) con mantequilla de perejil y llevaba tiempo con ganas de tomarlos, pero la sorpresa fue que los sirvieron en este plato diseñado especialmente para ellos, ya que yo siempre los había visto dentro de sus conchas, desde luego este sistema es mucho más higiénico, ya que utilizar las conchas del caracol puede ser un problema. Estos caracoles están muy suculentos, por su carne pero sobre todo por la mantequilla que llevan.

Continuamos con una ensalada Lyonnaise con escarola, jamón, huevo pochado y picatostes. Lyon es una de las capitales de la gastronomía mundial y no es de extrañar que una ensalada lleve su nombre. Esta es un plato templado ya que lleva ingredientes fríos y calientes. Toma nota que está rica.

Otro de los platos pedidos fue este Quiche Lorraine. Tiene su origen en la región de Lorena (Lorraine), en el noreste francés, en la frontera con Bélgica, Luxemburgo y Alemania, al principio la quiche Lorraine se horneaba con una masa de pan similar a la que ahora se usa para pizzas, pero en las versiones modernas se usa generalmente pasta quebrada. El plato se remonta al siglo XVI, pero hasta bien entrado el siglo XX fue poco conocido fuera de su región de origen. Afortunados que pudimos tomarlo y saborearlo.

El siguiente plato fue el estofado de Buey a la Borgoña (Boeuf Bourguignon). Parece ser que el nombre de este plato se refiere a que la carne está cocinada con vino de Borgoña, aunque también podría deberse a que es típico de la región de Borgoña, tanto monta monta tanto. Éste es un plato de cocina de fuego lento, necesita tiempo para que la carne quede melosa y tierna. El resultado es espectacular, fantástico.

En este plato, que estaba muy bueno, tengo que reconocer un desliz, ya que en la carta aparece como "Confit de pato con patatas " Salárdaises “ o “Sarladaises” y como se puede apreciar venía con unas exquisitas patatas fritas, nada que objetar a su calidad, pero las patatas anunciadas en la carta eran otras.

Las patatas Sarladaise o Salárdaise son patatas salteadas pero cocinadas con grasa de ganso o pato (en lugar de mantequilla o aceite). Te pongo la receta por si te apetece hacerlas, seguro que están exquisitas.

Cogemos unas patatas grandes, las limpiamos y las cortamos en rodajas de medio centímetro de espesor, aproximadamente. Las disponemos sobre una bandeja del tamaño necesario para que quepan todas pero no sobre espacio. Añadimos unos ajos aplastados con la mano, bastantes bolitas de pimienta negra y hojas de laurel. Cuando ya tengamos esto preparado, cogemos unos buenos muslos de pato confitado y los calentamos en un recipiente para poder sacar la grasa que los envuelve, que pondremos en la bandeja para que cubra las patatas. No del todo, la superficie debe emerger de la grasa para que queden doradas por arriba. Entonces, las ponemos en el horno a unos 180 grados, una hora y media, más o menos.

Hubiera estado bien poder probarlas.

Llegamos a los postres y no podíamos dejar pasar la ocasión de probar la tarta Tatin. La famosa tarta producto de un error en su elaboración, ya que parece ser, según cuentan, que se olvidaron de poner la masa debajo de las manzanas y las asaron sin ella, quedando caramelizadas, por lo que después tuvieron que incorporarla encima y volver a hornear. Afortunada equivocación que dió lugar a uno de los postres más famosos y ricos.

El otro postre fue este París-Brest. Tiene su origen en una famosa carrera de bicicletas que se desarrolla entre las dos ciudades París y Brest, por eso tiene forma de rueda de bicicleta. Está confeccionado con pasta choux parecida a la de los profiteroles y esta rellena de praliné de avellanas. Una pura delicia.

Como buenos desconocedores de los magníficos vinos franceses pedimos asesoramiento al personal del restaurante y, después de unas sencillas preguntas sobre nuestros gustos, nos recomendaron este Gigondas de Viñas viejas 2020 de "Domaine de Boissan". Elaborado con un 80% de Garnacha y un 20% de Syrah. En nariz desprende un bouquet con notas de ciruela pasa y especias. En boca es redondo, con una encantadora  estructura que da como resultado un vino potente pero bellamente equilibrado. Un acierto de la joven que actuó de sumiller.

Para finalizar de la mejor manera esta satisfactoria comida una magnífica opción es un armagnac.

Después de esta segunda experiencia quedo emplazado para una tercera, la cual espero que no se demore tanto como ésta.