Cuando entramos en el restaurante se nos escapó la expresión ¡Qué bonito! Si te fijas detenidamente no parece que haya nada destacable, pero hay armonía, sencillez, buen gusto. Cosas tan escasas en algunas salas de restaurantes a las que llenan de abalorios, oscuridad y objetos innecesarios. Bueno pues te tengo que decir que el transcurso de la comida siguió esa línea. Tranquilidad, sencillez, estética y sensibilidad. Además de calidad, mucha calidad.
El restaurante está atendido por dos personas, el chef y la jefa de sala, al final en la ficha del restaurante tienes más información, solo ellos dos, pero como no hay muchas mesas el ritmo y la atención es correcta. Todo fluye sin altibajos. Tienen dos menús, uno de 46€ y otro de 64€, tomamos el corto que es suficiente.
El pan, que es de masa madre, está elaborado por Carmen Navarro, la jefa de sala. Y le sale muy bueno.
Venía acompañado de un aceite de Hinterland ecológico, elaborado en Villena, potente en sabor y un poco afrutado, que recuerda a la hierba recién cortada y a la manzana verde. En boca se presenta complejo, maduro y suave. En el retrogusto, se perciben almendras y alcachofas recién peladas y un toque del aire rico en yodo del Mediterráneo (Esto lo dice la web del fabricante). Consúltala, es muy interesante.
El menú constaba de tres aperitivos, cinco platos y un postre, más las pastas del café.
El primer aperitivo que tomamos fue el boquerón entero en vinagre ligero, relleno de un pesto de aceitunas, sobre una patata crujiente. Todo sutil y armonioso. Pero sobre todo buenísimo.
Continuamos con un escabeche de codorniz con espuma de zanahoria. El dulzor de la zanahoria y el ácido del escabeche se compensaban mutuamente. Equilibrio. Un bocado de gula.
Le llegó el turno a la empanadilla de conejo con tomate. Impresionante. Es un problema decir cual de los tres aperitivos me gustó más.
El primer plato del menú fue esta ensalada de espárrago y pistacho de Villena. El espárrago convertido en espagueti, con su espuma y la crema de pistachos en el fondo. Sorprendente y delicioso.
Cebolleta a la brasa y queso de cabra. Es un plato en torno a la cebolla, se aprovecha todo de ella, se asa, se sirve con su jugo, va acompañada de un toffe de cebolla, un poquito de verde de cebolla y también de queso de cabra. Un plato muy logrado.
Continuamos con las carrilleras de bacalao en pepitoria, no son las cocochas, lo pregunté por si estaba yo confundido, van guisadas en pepitoria, se acompañan de espinacas y esparraguitos de Villena. Tiernas y sabrosas. Una nueva experiencia.
Caballa en escabeche cítrico e hinojo. Va marinada y confitada a la brasa se sirve con hinojo y se termina con un escabeche cítrico. La crema de hinojo estaba estupenda y la caballa excepcional.
Con este plato se termina la parte salada, es cochinillo de Arévalo con mostazas, esta preparación está en la carta desde que se abrió el restaurante. Estaba impresionante. Cuando un plato está fijo en carta aunque cambien los menús es garantía de éxito. Entiendo que no lo quiten.
El postre es una combinación de requesón, miel y cacahuetes. Sencillo y sabroso.
Para acompañar al café nos sirvieron estos dulces. Las magdalenas son de achicoria, las galletas de limón y mantequilla tostada y las trufas de chocolate blanco y algarroba. Siempre se agradecen estos pequeños detalles al final de la comida.
Aciano es un vino tinto elaborado por Alvar de Dios Hernández en la localidad de El Pego, amparado en la D.O Toro. Cosecha 2019. Compuesto de Tinta de toro, Garnacha, Mencía, Verdejo, Malvasía y otras. Un vino complejo que no llegó a convencer.
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