Sin ninguna duda éste es el restaurante al que más veces he ido

Recuerdo que cuando voy a un restaurante más de una vez en un corto lapso de tiempo, me he encontrado con que la carta no había cambiado o apenas había novedades, y las opciones fuera de carta se limitan a algún producto que ese día estaba en el mercado en buenas condiciones. Eso no ocurre en El Baret de MIquel Ruiz. Sí hay una carta, que varía apenas entre temporadas, cierto, en ella están los platos que han tenido mejor acogida por los clientes y que no se pueden retirar, como los figatells de sepia y otros más, pero siempre hay fuera de carta una gran cantidad de novedades, que son a las que suelo recurrir mayormente para continuar disfrutando de la creatividad de este genial cocinero.

Lo habitual en mí es elegir un plato de la carta, para seguir recordando los buenos momentos pasados en anteriores ocasiones, y el resto de las opciones del día para descubrir y conocer las nuevas creaciones surgidas de la originalidad de este maestro.

En esta ocasión el plato elegido de la carta fue el "pastisset" de hígado de pato y boniato. Un clásico al que recurro alguna vez para recordar los grandes éxitos de esta casa, que ya son muchos.

Novedad y primicia de última hora, ya que fue una creación presentada ese mismo día. Pulpo seco, col, daikon, tupinambo, frambuesa deshidratada y un curry de hierbas en la base. El plato se llama coca de pulpo seco, porque va acompañada de una lámina fina de pasta crujiente. Espectacular la riqueza de sabores y texturas.

Lomo de bonito con escabeche de verduras, tomate, "botifarra" y arnadí de remolacha. El colorido del plato sigue diciendo ¡cómeme! y realmente estaba tan bueno como parece. De nuevo grandes contrastes que combinan muy bien entre sí.

Guiso de navajas de tierra y de mar con consomé de sepia. Las de mar son sobradamente conocidas y las de tierra eran unos exquisitos tendones de ternera que se deshacían en la boca. Notable y grandioso este plato que sorprende por sus sabores tan bien integrados y gustosos.

Costillar de cerdo asado a baja temperatura, galleta de sésamo, níscalos con su salsa y puré de patata. La carne era todo sapidez y ternura, muy bien guarnecida con las setas y la salsa. Un plato muy sustancioso y contundente.

De postre hojaldre de berenjena confitada, espuma de café salsa de cítricos y helado de canela. El hojaldre está cubierto por la crema de café. Muchos sabores en un único postre que vale por varios.

Para beber el vino de la Bodega Mustiguillo que nunca falla. Acompaña bien a todos los platos elegidos ya que es un vino que mantiene su carácter frutal y resulta muy amable, nada contundente.

Una nueva gran experiencia gastronómica como todas las que vengo disfrutando de la mano de este prodigioso cocinero.