Se puede decir sin ningún sentido metafórico que Mas Blayet es un refugio dentro de la ciudad. El bloque principal del restaurante corresponde a una antigua masía rehabilitada, dispone de dos plantas de comedores interiores, con estancias menores para grupos pequeños, amplias terrazas, zona para copas y un amplio aparcamiento, además de zona de juego para niños. 
Su cocina es fundamentalmente valenciana o más concretamente mediterránea con algunos toques innovadores. La carta es muy completa y diversificada, con una amplia oferta de arroces y brasas para las cenas. La ejecución y presentación de los platos es muy satisfactoria y el ritmo de salida es regular, sin demoras ni agobios. El servicio es muy correcto, agradable y eficiente. Para nota alta.
Sorprende en todos los aspectos por tratarse de un lugar tan amplio, tan bien dotado, tan tranquilo y tan perfectamente gestionado en medio de una zona urbana como esa.

Como ves se trata de un espacio muy polivalente. Las noches de verano se deben disfrutar con gusto en este bonito rincón.

Los espacios son amplios y luminosos gracias a las grandes cristaleras de los laterales, consecuencia de la ampliación que ha sufrido la masía mediante la construcción de porches adosados a su fachada, el ambiente es agradable y la decoración sencilla pero confortable. Este aumento de espacio  ha permitido crear estos comedores que son ideales para quedadas.

Como éramos un grupo numeroso escogimos un menú único para todos, elaborado previamente por nosotros y con el beneplácito del restaurante. Constaba de cinco entradas a compartir y una degustación de dos arroces más un postre. El primer plato fue esta ensalada de tomate raff con ventresca de atún y mojama. Un buen tomate perfectamente acompañado.

Ya se sabe que las patatas bravas, las ensaladillas y las croquetas son elementos omnipresentes en las cartas de los restaurantes de cocina mediterránea, pero eso sucede porque los clientes las piden, en nuestro caso no iba a ser una excepción. Aquí tenemos la croqueta de rabo de toro. Sabrosa, con buena fritura, nada grasienta, con el exterior crujiente y el interior jugoso. De manual.

El tercer entrante fueron estos molletes rellenos de cochinita pibil y acompañados de una mayonesa de kimchi. Muy internacional: andaluz, mexicano y coreano. Una innovación el cambio de la tortilla del taco por el pan y acompañarlo de una mayonesa aromatizada con la salsa oriental. Gustaron mucho. 

PD. De la mayonesa no podemos asegurar su origen ya que hay varias versiones, una dice que se inventó en Francia, otra que fue en Menorca pero por un cocinero francés, cuando eliminó el ajo del allioli para suavizar la salsa. Vete a saber.

Ya habíamos dicho que las bravas están en prácticamente todas las cartas de cocina mediterránea, pues también en las mesas. Éstas son magníficas, muy bien hechas, en cuanto a su fritura, pero además, también, en cuanto a las salsas que las acompañan. Llevan la salsa roja picante de todas las bravas españolas, pero su base es el kimchi, además con el toque valenciano del all-i-oli, que está "braseado". Fueron elogiadas por todos. Un éxito.

La última de las entradas fue esta Coca de “oli” con pisto y puntillas rebozadas, aderezadas con dos salsas. Todo estaba bueno, desde la base de la coca, también el pisto, pasando por las puntillas y las salsas. Un gustazo de plato. Generoso y exquisito.

De los múltiples arroces que hay en la carta, tanto secos como melosos o caldosos, así como fideuás, elegimos primero esta paella de mariscos con gambas rayadas y cigalas.

El segundo de los arroces elegidos fue esta paella “d´hivern” con pato deshuesado, foie y verduras de invierno.

Nos sugirieron servir las dos juntas como degustación, lo que nos pareció una idea genial, así teníamos la opción de probarlas ambas y fue fantástico para poder apreciar que las dos estaban a un gran nivel y nos sirvió para establecer una baremo entre la opinión de los comensales, a ver cual había gustado más. Hubo empate.

De postres escogimos dos tartas para compartir. Una de merengue con crema de limón, para los menos golosos.

Y la otra de chocolate y caramelo. Todo el mundo probó las dos, aunque la de chocolate tuvo más éxito.

La carta de vinos (también hay de cervezas) es amplia y variada, muy representativa de lo que son las zonas más interesantes del panorama vinícola español. Extranjeros solo hay tres champagnes y un tokaji. Para la primera parte del menú elegimos este vino de la Bodega de Bruno Murciano y su hermano José Luis, elaborado con cinco variedades blancas en Caudete de las Fuentes (Valencia). Es muy aromático, en nariz presenta fragancias de frutas cítricas, notas florales y toques balsámicos. En boca es un vino fresco, agradable y ligero pero con personalidad. Magnífico.

El segundo vino fue este Rioja, crianza 2018, elaborado por Bodegas Palacio, es de gran intensidad aromática, con recuerdos de frutas rojas maduras y dulces sensaciones especiadas sobre un fondo de vainilla y eucalipto. Inunda la boca insistiendo en los recuerdos frutales, esta vez envueltos en unos sedosos taninos. Delicado, elegante y muy sabroso. Persistente y con un final largo, amplio y equilibrado. Una pasada de vino. Espectacular.

Como colofón de la comida brindamos con este magnífico cava de Hispano Suiza, Tantum Ergo rosé del 2020, brut nature, elaborado con la variedad Pinot Noir. Aromas intensos y muy sutiles a frutas rojas, bollería y frutos secos. Carbónico muy bien integrado gracias a sus 22 meses en rima y degüelle manual. Muy buena acidez y final muy largo. Uno de los mejores espumosos rosados de España. Una delicia de cava, estupendo para acompañar cualquier tipo de platos. Debes probarlo.

Como he dicho, por activa y por pasiva, descubrir este restaurante en medio del tráfico urbano como un oasis de tranquilidad y con un nivelazo gastronómico, gracias a sus productos, su cocina y su servicio de sala, es un regalo que no puedes dejar de hacerte de vez en cuando. Te felicitarás por haberme hecho caso.